7/9/08


Fui sintiendo poco a poco el calor entrar en mis venas, recorrer el interior de ellas, desperté, pero el cansancio que sentía no me permitía abrir los ojos, no sabia donde estaba y ello tampoco me importaba, solo podía en este momento disfrutar de la sensación calida que abrazaba lentamente mi cuerpo.

Oí una puerta abrirse o cerrarse, no lo se, solo sentí el golpe que me hizo volver a la realidad, abrí mis ojos pero la habitación estaba en penumbras salvo por la tenue llama desesperanzada que emitan las velas puestas en un candelabro al otro extremo del gran salón.

Envolví mi cuerpo con los brazos intentando mitigar la sensación apremiante de temor que comenzaba a nacer en mi interior, me di cuenta que estaba casi desnuda y ello me trajo un sin fin de imágenes que no concordaban en tiempo y espacio, manos fuertes y pesadas sujetándome, voces irreconocibles, movimiento bruscos, un paraje desconocido, el sonido de unos cascos retumbando en el suelo empedrado, el húmedo aroma de un riachuelo oscurecido por el manto de una noche sin luna.

Intente componer alguna imagen certera quizás proveniente de un recuerdo, pero nada me decía en realidad que había sucedido conmigo y como era que había llegado hasta aquí.

Junte fuerzas para ponerme de pie con el gran dolor que corría por mi cuerpo hasta que logre incorporarme y estabilizarme en equilibrio a pesar de que cada músculo ardía pidiendo a gritos mudos descanso. Apoye con firmeza mis pies lastimados e intente recorrer en las penumbras el lugar, recostando mis manos en las frías y ásperas paredes que laceraban el tacto. Cada paso representaba un gran esfuerzo, cada movimiento una suplica de ayuda.

Recorrí el perímetro de la habitación, hasta llegar a la pequeña luz, como si ello me resguardara del destino que me esperaba tras el umbral de aquel insondable recinto y tomando el candelabro en mis manos, procure dar claridad a la situación, pude observar con profunda confusión como las roídas paredes colapsaban de imágenes y retratos de mi vida.

Cada escena macabra en la pared, representaba una perdida en mi vida, ilusiones rotas, esperanzas muertas, anhelos no alcanzados, decisiones y frustraciones plasmadas en imágenes, así, hasta llegar a la próxima arista que marcaba el quiebre.

Allí la primera de las velas murió en las sombras junto con aquellas imágenes.


La parte contigua del muro, contenía relieves tallados a mano con exquisita precisión y detalle, representaciones vivaces de mis sueños llevados a la realidad en el mármol, suaves y delicados cincelazos dieron forma a todo lo que en un pasado, tanto lejano como actual, iluminaron mis ideas, guiaron mis pasos y llenaron mi torpe andar en este mundo. Fue este el muro mas claro de observar y el que lleno mis ojos del puro elixir de las lagrimas.

La segunda de las tres cerillas que portaban mis manos apago su latir al llegar al siguiente extremo.

Ya casi en la completa penumbra mis ojos se esforzaron en el intento de lograr una clara visión, pero necesitaron de mis manos inexpertas, para leer lo que aquel muro contenía, como el invidente lee los más preciosos textos en su propio código de lenguas.

Dentro de la gran babel mis manos dieron con un surco en el cortafuego. Comencé a recorrerlo y a intentar comprender el simple esbozo de su forma y el porque aquí, el frió que recubría las otras paredes, no se hacia presente. El trazo era profundo y sumamente calido, una línea en bifurcación que suavemente se transformaba en curva, para volver a unirse en un punto al otro extremo que de ella misma se había desprendido al inicio.

Era ahora evidente el concepto y porque del fervor que nacía y sucumbía dentro de mi con el ulterior de mis suspiros.

Entendí entonces como el amor marco el tramo final de mi andar, haciendo que mi corazón, no como órgano vital del contenedor de mi ser, sino como fuerza imperante y sobrenatural, motor iniciador de aliento y existencia, dio forma y razón, justificando el abatimiento que antes de su llegada impregno mi mundo.

La terminal luminiscencia agonizó en su tibieza bajo el dócil susurro del adiós.

En el final estimulo, vislumbre como en mi muerte pude juzgar por completo y con claridad el universo absoluto que fue mi vida

6/9/08

Princesa Lunar


De mirada tranquila y apacible

Como en retozo eterno de la infinita espera

Con un suave brillo reflejo de fuego interno

Cual cascada de ébano en finas hebras su cabello

Delimitando su rostro de marfil tallado por el viento

Portadora de una mágica sonrisa

Capaz de despertar con ella

A todo ser abrazado por las tinieblas y el olvido

Vestida del negro de la noche

Brillante cual astro celestial

Única en género y esencia

Altiva, distante, magnética y atrayente

Dueña de las horas oscuras y los primeros vestigios del sol

Reteniendo uno a uno los sueños

Nutriéndose de la energía de los hombres

Escoltada en su andar por las mas absoluta soledad

Regando de su magia en las olvidadas lápidas de los hombres.